La danza de los atletas

Leysner Aragón ha entrenado a importantes figuras del atletismo colombiano como Caterine Ibargüen. Desde la pista Alfonso Galvis en Medellín acompaña a decenas de deportistas a forjar su sueño olímpico.

La pista del estadio de atletismo Alfonso Galvis Duque de Medellín se podría confundir fácilmente con una pista de baile. Sobre la arenilla azul, los atletas se coordinan en una coreografía casi perfecta. Unos corren, marchan o caminan, mientras otros esperan, entre la paciencia y la ansiedad, para apropiarse de un carril. A su vez, en la seca y amarillenta grama del centro del estadio, se organizan quienes saltan o lanzan balas, martillos y jabalinas, atentos a no cruzarse.

Sin embargo, a primera vista, la pista es un caos y hay que estar parado ahí, en el centro de todo, con una visión de 360 grados, para comprender y apreciar la danza de los atletas. Y es ahí, en el núcleo, donde usualmente está Leysner Aragón.

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Panorámica del Estadio de Atletismo Alfonso Galvis Duque en Medellín. FOTO: Federico López.

Nos citó a las 8 de la mañana, hora en la que según él iniciaba el entrenamiento con sus atletas. La pista estaba llena, la actividad era incesante. Un grupo de velocistas de alto rendimiento se había apoderado de la primera curva de la pista, los lanzadores estaban en la jaula, los fosos de arena tenían un sinnúmero de marcas de quienes habían estado saltando y las vallas ya estaban simétricamente ubicadas sobre el carril externo de la pista. Vimos atletas, entrenadores y hasta al personal administrativo de la Liga Antioqueña de Atletismo, pero Leysner no había llegado. Hoy, “por diferentes motivos”, como dice él, tuvo que llegar un poco tarde.

Algo parecido le ocurrió durante los Juegos Olímpicos de Londres 2012, a los que fue como entrenador de Wanner Miller, quien competía en salto alto. “Por diferentes motivos” viajó solo a Inglaterra. Recuerda sentirse perdido, incómodo y asustado. No tenía a quién ni cómo llamar y tomó el metro en busca de la Villa Olímpica sin hablar inglés.

A pesar de la tardanza de esta mañana, tanto a la villa como a la pista logró llegar. Entró a eso de las 8:30 a.m. Leysner, nacido en Medellín, pero de padres chocoanos, es de tez morena, tiene la naríz achatada y una estatura de 1,75 centímetros. Viste una sudadera azul oscura, chaqueta amarilla del Comité Paralímpico Colombiano, camiseta del Inder de Medellín, gafas oscuras y la gorra de los Juegos Olímpicos que portó en Londres.

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Leysner Aragón, entrenador de atletismo de la Liga Antioqueña de Atletismo. FOTO: Federico López.

La actividad en la pista continúa, es más, no se ha detenido. Mientras Leysner se prepara y organiza los implementos para su entrenamiento, nos tomamos un tiempo para detallar aquella coreografía de corredores.

Por turnos, unos 20 deportistas se alternan entre las pruebas de 100 y 400 metros; los que no están corriendo se tumban en el suelo para recuperar el aliento o caen en cunclillas, se hidratan y se masajean las piernas con hielo. Los lanzadores, con sus cuerpos grandes, pero de músculos fuertes, siguen en la jaula de malla verde. En el gimnasio, tres personas levantan pesas mientras que escuchan reggae y dos masajistas trabajan bajo la poca sombra de los árboles.

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Atletas de la Liga Antioqueña corren alrededor de la pista Alfonso Galvis. FOTOS: Federico López

Este es el horario de élite, en el que los mejores atletas de la Liga Antioqueña entrenan para cada una de sus pruebas. Danzan en la pista donde se han formado grandes estrellas del atletismo nacional, como la medallista de oro Catherine Ibarguen; otros, como la joven Rosa Angélica Escobar, se revientan las piernas buscando un mejor rendimiento para lograr la marca olímpica en las pruebas 4×400, 400 y 800 metros que les permita viajar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Pero Rosa no es la única que corre por sus sueños alrededor de esta pista.

“A esta hora yo trabajo con un grupo de discapacidad”, nos dice Leysner al salir de la bodega con siete jabalinas de colores en la mano.

El grupo lo conforman ocho deportistas: Ana Isabel, Elisa, Luz Mary, Felipe, Albeiro, Hernán, Sergio y Cristian, el miembro más nuevo. Síndrome de down, retrasos congnitivos, parálisis cerebral y ceguera son las condiciones con las que viven estos atletas que entrenan tres veces por semana.

“Mucho gusto, mi nombre es Felipe. Soy psicólogo y atleta velocista”, se presenta uno de ellos. Su voz es firme y transmite la convicción que sus ojos no le permiten. Es ciego. Hace siete años entrena atletismo, corre las pruebas de 100, 200 y 400 metros, y ha ganado medallas departamentales y nacionales.

Su físico no se puede comparar con el de quienes siguen dando vueltas a la pista. No es alto, ni musculoso. Su entrenamiento consiste en elevar una pierna por encima de una valla y pasarla de lado a lado, no en hacerlo en el menor tiempo posible ni antes que sus compañeros. Es más, entrena solo porque los demás practican lanzamiento con jabalina y disco.

Las prácticas con los atletas paralímpicos es integral. Se les prepara en todas las pruebas del atletismo: velocidad, fondos, vallas, saltos y lanzamientos. La técnica no se pierde, Leysner se empeña en que su entrenamiento sea lo más parecido al de un atleta convencional.

Con una paciencia inagotable les explica los ejercicios, les corrige la postura, y celebra con ellos sus aciertos. Luz Mary es quien logra un mayor alcance, 5 metros como máximo, pero es Ana Isabel la que mejor técnica tiene al lanzar. Albeiro, que es invidente total, es experto en recoger las jabalinas y Sergio un maestro con el disco.

La acción la observa y la coordina Leysner, atento a quienes circulan por la pista sin perder el foco de sus deportistas. Parece una torre de control aérea con visión panorámica.

En esa misma posición nos encontramos a Leysner en la tarde. Parado en el centro de la pista de atletismo, brazos cruzados y mirada inquieta que se mueve de un lado al otro. Tiene deportistas en el foso de arena que practican salto largo, otros corren con garrochas de cinco metros de longitud para intentar superar la altura de la barra y caer sobre una colchoneta azul. “¡Profe!”, grita uno de los muchachos para llamar la atención del entrenador antes de realizar su salto. Coge impulso, corre, salta y recibe las indicaciones de su profesor, que inmediatamente gira la cabeza para observar otro salto y otro salto y otro salto.

El ritmo de la tarde, comparado con el entrenamiento matutino, es más alto, más intenso. Sin embargo, se le nota más relajado. “Con los atletas convencionales hay más libertad, de parte mía y de ellos”, explica Leysner. A estos deportistas se les pide más autonomía en el proceso. Son competidores, deben hacerse responsables de su calentamiento, alimentación y aprovechar al máximo las horas de entreno que tienen, así la mirada del coach no esté siempre en ellos.

La escencia de la pista en las tardes también es la danza. Deportistas amateur y niños de la Escuela de Atletismo, profesionales de la Liga, entrenadores, familiares y visitantes hacen un pacto silencioso de coordinación, respeto por el espacio del otro y compromiso con el deporte más completo de todos.

Leyner Aragón da testimonio de ese pacto desde los años 90, cuando se enampró del atletismo, el deporte del que vive y que le ha dado vida. Un deporte que nació en la antigua Grecia y en recorridos continuos de 360 grados alrededor de la pista Alfonso Galvis Duque se hace eterno en Medellín y el resto del mundo.

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