Hace falta un comedor para alimentar el espíritu olímpico

La Villa Deportiva Antonio Roldán Betancur en Medellín necesita más recursos para sus atletas. El último año, no contaron con servicio de restaurante. Así viven los deportistas en Colombia.

En la antigua Grecia, lugar donde nació el deporte y el espíritu competitivo, el punto de convergencia y de encuentro de toda la comunidad era el ágora. Allí se compartían experiencias, se debatían ideas, se repartían alimentos y se podía tener un panorama de la sociedad. En la Villa Deportiva Antonio Roldán Betancur de Medellín ese lugar era, hasta hace poco, el comedor.

Ubicada sobre la canalización de Pichincha, en frente del Centro Comercial Obelisco, la Villa Deportiva es, desde afuera, imponente por su tamaño, pero pasa desapercibida por su aparente abandono. El edificio, construido en bloques de cemento y que porta con orgullo en su fachada el logo verde oscuro de Indeportes Antioquia, da la sensación de ser un bloque administrativo, de oficinas.

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Fachada de la Villa Deportiva Antonio Roldán Betancur, operada por Indeportes antioquia en Medellín. 

Esta impresión se intensifica con tan solo entrar al lugar. La oscuridad, el silencio, la desolación no son propias de una casa en la que viven 64 deportistas jóvenes.

Un mostrador en media luna recibe a los visitantes y residentes de la Villa. Allí un vigilante vela por la seguridad del sitio y se encarga de llevar registro en una plantilla de la hora de entrada y salida de cada uno de los deportistas.

A cada lado del mostrador se despliegan dos corredores, angostos y largos. Pero es detrás de la recepción, ubicado estratégicamente en el centro del edificio y a los pies de las escaleras que se encuentra el comedor.

ASÍ SON LAS HABITACIONES EN LA VILLA DEPORTIVA

Desde que se construyó la Villa para hospedar a las delegaciones asistentes a los Juegos Nacionales Universitarios de 1992, el salón comedor con paredes de vidrios y con vista al jardín se convirtió en el corazón del lugar.

Ana Margarita Jiménez o doña Ana, como la llaman en el lugar, trabaja hace 21 años para Indeportes Antioquia como administradora de la Villa Deportiva Antonio Roldán Betancur. A excepción de 2018, año en el que la Institución le asignó un cargo en la sede principal, Ana Margarita ha sido quien ha habitado la casa del deporte antioqueño por más tiempo. Ha dedicado su vida a acompañar a los deportistas, tanto así que sus tres hijos crecieron al lado de personajes como los ciclistas Mauricio Ortega y el clavadista Victor Hugo Ortega.

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fotografías de la fiesta de quince años de caterine ibargüen en la villa deportiva. 

Medallistas olímpicos como Caterine Ibargüen y Rigoberto Urán pasaron por esta casa durante su formación deportiva. “Caterine me sacó canas”, recuerda doña Ana entre risas a la reina del atletismo mundial. “Llegó de Apartadó con 14 años, era muy inquieta y altanera”. Pero con su sonrisa de oro, así como hoy se gana al público en sus competencias de salto, se hizo querer en Medellín. Su fiesta de quince años fue en la Villa Deportiva. En las fotos, que aún decoran las paredes del lugar, se la ve sonriente y elegante junto a cuatro voleibolistas, que también fueron homenajeadas ese día, y sus demás compañeros.

Para los quince de Caterine, navidades, cumpleaños y muchas otras ocasiones especiales, el comedor de la Villa se convertía en salón de fiestas. En los días que no había celebraciones especiales era el punto de encuentro, el salón del chisme, de los chistes, el lugar donde se entablaban las amistades.

“No hay cómo saber si el deportista comió”

Sin embargo, desde principios de 2019 el comedor es un museo de mesas y sillas. Las luces permanecen apagadas y es rara la vez que alguien usa el espacio para comer o estudiar. “Eso hace un año no pasaba”, explica Ana Margarita.

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El comedor de la villa permanece vacío y con las luces apagadas. 

Los inconvenientes iniciaron en enero cuando por órdenes de la Gobernación tuvieron que terminar el contrato que tenían con el operador del restaurante de la Villa. La burocracia fue el mayor obstáculo para la obtención de un nuevo operador y se resolvió cancelar el servicio de restaurante para el 2019 en la Villa. En cambio, cada deportista recibe mensualmente una cifra equivalente a tres comidas diarias para que ellos se alimenten por su cuenta.

Pero esta decisión no ha caído bien entre los deportistas beneficiarios. Wilder Alejandro Posada, pesista oriundo de Puerto Berrío, Antioquia, reside hace 8 años en la Villa Deportiva. Su habitación es de las más estrechas y su compañero es desorganizado. Aún así, dice que su único reclamo es que hayan cerrado el restaurante. “Nosotros compramos menú por acá cerca, pero es muy poquito”, dice el joven de 24 años que por la disciplina que practica estaba acostumbrado a consumir unas 5 000 calorías diarias.

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así son las habitaciones de los deportistas en la Villa. Suplementos alimenticios, elementos de aseo y peluches son constantes. 

“Por sugerencia del área de nutrición nos está tocando entregarle a cada atleta un kit de complementos nutricionales”, explica Marcela González, psicóloga encargada de la Villa. El kit consiste principalmente en proteínas en polvo y multivitamínicos para suplir las deficiencias en cultura alimenticia de varios deportistas.

Además de ser una medida perjudicial para la preparación física de los deportistas, especialmente para aquellos que compiten por divisiones de peso y requieren dietas estrictas, la decisión ha afectado las dinámicas de convivencia y vigilancia en la Villa.

No hay cómo saber si el deportista comió, pero tampoco hay un espacio para conversar con él o ella, preguntarle por su día, detectar posibles inconformidades o problemas que este tenga en los entrenamientos o en el estudio.

Los temas que antes surgían en la conversación alrededor de un almuerzo o cena, ahora son una tarea de detectives para Ana Margarita y Marcela. Entre los deportistas la interacción es mínima: un intercambio de miradas, gestos y si mucho un par de palabras cuando se cruzan en los pasillos.

Lo que sucede hoy en torno al comedor es un reflejo del resto de la Villa. La infraestructura del edificio de tres pisos no se remodela desde 2001, cuando se adecuó el último piso para funcionar como hotel. El proyecto duró seis años y desde entonces no se han realizado mejoras ni modernizaciones en la infraestructura y dotación, a excepción de los colchones que se cambiaron hace aproximadamente cinco años. Los camarotes, las mesas de noche, closets y baños son muebles viejos. Qué decir de los televisores barrigones y con pantallas de quince pulgadas o de las cortinas de paño verde que parecen reliquias de los años 90.

La Villa cuenta con tres salas de televisión obsoletas, en las que solo hay un par de sillas metálicas para sentarse. El sauna y el jacuzzi no funcionan. El parqueadero lo convirtieron en bodega para el archivo de Indeportes. La precaria sala de juegos permanece cerrada bajo llave.

Sin embargo, hoy por hoy en la Villa Deportiva viven 64 deportistas de alto rendimiento, en su mayoría paisas. Muchos de ellos llegaron como Rigo: “con un camiseta rota, la pobreza reflejada en su rostro”, recuerda doña Ana, pero con la esperanza de un mejor futuro de la mano del deporte.

“Doña Ana” y “Marce”, son los dos pilares encargados de orquestar un proyecto que día a día se mueve por su convicción compartida de que “el deporte sí cambia vidas”. Pero necesitan recuperar su comedor, no solo para alimentar bien a los deportistas, sino también para alimentar a la Villa Antonio Roldán Betancur del espíritu deportivo que en algún momento los abandonó.

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