Una vez sentí un dolor tan grande, que no lo podía poner en palabras. Me consumía, me arrastraba a mis pesadillas más oscuras, me debilitaba y lo peor, me invadía. No quería ponerlo en palabras, porque al hacerlo, se volvería realidad y lo tenía que enfrentar. Yo creía que, al estar oculta, que el hecho de no hablarlo y materializarlo me iba a hacer olvidarlo. Pero no, cada día que pasaba me sentía más sola y asustada. En mi cabeza se repetían las palabras: es un secreto, no le cuentes a tu mamá; cierra la puerta que vamos a pasar rico; álzate el vestido; acuérdate que conmigo todo está permitido; mira te compré este dulce, ahora, ¿Vamos a jugar?; eres tan hermosa cuando estás desnuda.
Imagínense todo esto con la voz del señor que más me debía proteger, mi papá. Ahora después de esto, no sé cómo comportarme frente a un hombre, no disfruto del sexo y me asusto cada vez que un hombre me habla, y yo que creía que esto alguna vez lo iba a olvidar, pero ahora en cada cosa que pasa, en cada situación, reaparecen las imágenes de mi niñez, de ese periodo que marcó mi vida, de ese rostro que me hizo sentirme tan muerta en vida.
No pedí ayuda, no busqué a nadie, tenía miedo. Me arrepiento. Me arrepiento porque en este momento sé que no fue mi culpa y que él podría haber pagado por los actos tan violentos e inhumanos que hizo, que me hizo. Y este es mi momento de hablar, de dejar de estar en silencio, de gritar que por favor nos ayuden, que como papás nos crean, que como maestros nos indiquen el camino y que nos inciten siempre a buscar ayuda profesional. Mi vida hoy sería distinta si alguien hubiera estado para mí, si me hubieran acompañado y se hubieran preocupado tanto por mí, que se hubieran dando cuenta lo que escondía detrás de mi mirada. Todo sería diferente si me hubieran escuchado, todo sería mejor si me hubieran dejado sanar y me hubieran dado voz.
Una vez me dijeron que los seres humanos se pueden medir en la forma en que tratan a los seres que no tienen nada para ofrecerte como los animales, niños y ancianos, y hoy reconfirmo este dicho. Si mi padre me hubiera tratado mejor, hubiera crecido feliz. Yo como niña solo quería dar amor y recibirlo, pero en vez de eso me acallaron y me criaron en violencia e injusticia. A veces no sé cómo sigo con vida, porque me siento muerta.
Ya grande, solo puedo hacer visible mi caso, contar lo que me pasó, y decirles a los adultos que son los responsables de hacer una sociedad mejor, que les crean a los niños, que les den voz a los que no la tienen.