Lo poético y lo político tienen algo en común: están ahí, en el mundo visible, al alcance de la mano y, sin embargo, al mismo tiempo, parecen destinados para unos pocos elegidos. Los contornos de las cosas pueden ser líneas guía para el poema. Eso lo popularizó Mallarmé, con sus poemas visuales. Algo similar sucede con la acción política: con frecuencia, basta una palabra en una dirección poco usual, el gesto más pequeño puede ser el más potente.