TESTIMONIOS
Elizabeth Orrego
24 años
No sé si sea una persona que valga una introducción. Siempre he pensado que es para la gente un poco pretensiosa, con deseo desesperado de enseñar una visión específica sobre sí misma. Yo no busco eso, porque el ser humano no puede tener una sola cara. Así que me conformo con decir, y a mucha honra, que soy una mujer normal, que hace lo mejor que puede por mejorar y vivir en el mundo de modo en que, el día que muera, pueda decir sin miedo que no se arrepiente de nada.
Para ti, ¿qué es el amor?
El amor es cuidado y compromiso, porque es un acuerdo y un sentimiento, al mismo tiempo, al que llega una pareja que se respeta profundamente. Este respeto debe ser hacia uno mismo y hacia al otro, de manera que trabajen juntos día a día en su relación con el propósito de mantenerla en óptimas condiciones. No se limita solo a un amor romántico. Creo que el amor funciona igual no importa el tipo de relación.
¿A qué edad te diste cuenta de que te gustaban las niñas?
No sé si me di cuenta, en un sentido estricto. Mi primer amor fue una niña, cuando tenía 13 años. Y desde entonces no me enamoré de ningún hombre, ni intenté nada con otras mujeres aunque seguramente muchas me gustaban y tenía presente que “las mujeres me atraían”. Decía las palabras pero escapaba de su significado, trataba de no ahondar mucho en el tema y me enfocaba en otras cosas. Hasta que salí de la negación (aunque todavía batallo contra ella) a los 24 años, cuando me di cuenta de que era infructífero y desgastante seguir pretendiendo que me gustaban los hombres y las mujeres no me producían nada.
¿Cómo le dijiste a tus padres?
A mi madre no le he dicho, pero poco a poco voy entendiendo que no hay necesidad. Entendí que lo que uno es los otros pueden verlo: no podemos mentir(nos), y toda la verdad la decimos por nuestras actitudes y expresiones y palabras. El que se niega solo pretende no ver. Así que no le dije a mi madre porque poco a poco, a medida que me voy aceptando, ella no puede seguir negándolo, y va llegando sola a la conclusión de que ha tratado de tapar el sol con un dedo. A mi papá se lo dije manejando un día, con mucha facilidad, porque tenemos una buena relación y entendí que como siempre había sido sincera con él, no podía ser de otra forma esa conversación: lo solté como si nada, como si fuera un comentario básico, aunque tenía miedo. Él lo recibió como si nada, y hasta me dijo que era una bobada que me estresara por algo tan normal. ¿Qué puedo decir? Tengo el mejor papá del mundo.
¿Cuál fue tu primer amor?
Una chica de mi edad con la que interactué poco tiempo.
¿Para ti qué es aceptación?
Creo que es hacer las pases con una situación que normalmente escapa de nuestro control. Sea que se trate de aceptación propia, o de aceptar a una persona o a una actitud o a un evento, es aprender a calmar tu espíritu que se niega con todas tus fuerzas y hacer las paces con aquello, por duro que sea. Es no intentar nadar contra la corriente, o desviar el curso natural del río.
¿Cómo fue tu proceso de amarte a ti mismo?
Caótico, difícil. Creo, en este momento de mi vida, que amarse a uno mismo es lo más difícil que un ser humano tiene que enfrentar, porque implica reflexionar al respecto de todo lo que nos compone como personas en profundidad, y esa vulnerabilidad es aterradora. Ni siquiera estoy convencida de que sea un estado alcanzable, creo que es una actividad que debemos practicar a diario y constantemente batallar contra los pensamientos negativos porque hay mucha información en el exterior que colabora con que nos demos tan duro. Lo principal, creo, es empezar por buscar una salud física, mental y emocional, para poder mejorar paso a paso. Empezar a trabajar en mí fue de las cosas más difíciles que hice, pero me sentía demasiado desesperada por ayuda y decidí entrar a terapia. Comencé mi proceso hace ya dos años y, honestamente, ha sido lo mejor, a pesar de los altibajos y de que es un trabajo que nunca termina, creo que ha significado un cambio muy importante que me ha permitido no solo aprender más de mí misma, sino que me ha ayudado a ver el mundo con otros ojos. Y lo más importante: me ha ayudado a sentirme satisfecha y feliz. Estoy contenta en mi piel, conmigo misma y con mi situación, y eso no tiene precio. Así que, aunque ha sido difícil llegar aquí, volvería a hacerlo mil veces.
¿Has tenido alguna mala experiencia?
Sí, con mi mamá más que nada. Ha sido una fuente de homofobia constante que he tenido a mi lado desde muy pequeña, y debido a eso interioricé desde muy chiquita que no podía ser yo misma con el mundo y desarrollé muchos problemas de inseguridad. Pero ahora que soy adulta y que puedo entender de dónde vienen mis problemas estoy trabajando para cambiarlo y para entender que nadie me debe su aceptación (por muy maravilloso que fuera que todos me aceptaran, no soy monedita de oro, y por menos puedo caer mal).
¿Qué te hace humano?
No creo que nadie pueda saberlo con seguridad, pero para mí la condición de ser humanos viene de que cometemos errores que tratamos de mejorar sin descanso hasta el final. Nos hace humanos que aprendemos de estos errores y podemos mejorar o empeorar, porque es un estado constante de dualidad, de esfuerzo, de trabajo sin descanso. El no ser estáticos y meter la pata constantemente nos hace humanos.
Cuéntanos una historia de amor:
En uno de los cursos que vi en mi proceso de ayuda emocional, una persona nos contó cómo posee un programa donde recoge niños en condición de extrema violencia que hacen parte de pandillas y desde los siete u ocho años ya han comenzado a matar gente. La rehabilitación con ellos se da por medio de los hospitales: a estos chicos los ponen a cuidar enfermos terminales. El caso particular del muchacho que nos contó era el de un niño de ocho años que, al terminar su proceso de cuidados con el enfermo que acompañaba, se acercó a él a decirle que le hubiera gustado que alguien le enseñara antes que el amor se trataba de “cuidados”. Que la vida se trataba de cuidar. Esta experiencia donde pusieron al niño a brindar atención a otro ser humano generó en él un cambio que le permitió dirigirse por el buen camino, estudiar, graduarse y ejercer hoy en día como abogado buscando rescatar del mismo modo a niños que son como él era. Creo que es la más grande historia de amor que jamás he oído. Me hizo replantearme lo que creía que era el amor, y empezar a ver con otros ojos las relaciones que mantenía con los demás.