BITÁCORA DE VIAJE
DIARIO
Día 1
Parque Santander
El Parque Santander de Leticia es un parque como cualquier otro: tiene su iglesia, sus negocios, su alcaldía, sus helados, sus cervezas, su fuente de agua y sus niños y viejos en las bancas. Es cuadrado, y como cualquier otro, se recorre en diez minutos. Parece normal hasta las cinco de la tarde, cuando el cielo deja de ser cielo y se convierte en el centro de una escena apocalíptica, en un ring de boxeo, en un campo de batalla, en el corazón del Big bang. Casi podría decirse que ahí empezó el mundo. A esa hora, cuando baja el sol y el cielo pierde de a poco las notas de azul, estalla una guerra muy armónica: muchos, cientos, miles de loros y golondrinas sobrevuelan los árboles que aún quedan en ese parque cuadrado, como cualquier otro, que algún día, no hace mucho, fue parte de la selva. Son pájaros, pero parecen un ejército de hormigas o los guerreros de terracota en movimiento. Vuelan y gritan y dan vueltas y suben y bajan y aterrizan y vuelven a volar. Pero más que volar, chillan, lloran, aturden, se gritan entre ellos. También cagan, cagan mucho, como vengándose de los hombres que están abajo ocupando ese territorio que siempre fue suyo. En ese parque, cuando fue selva, quedaba un salado. Allí se reunían los animales de la selva para limpiar sus cuerpos del veneno de las plantas y frutos que comían. Se limpiaban, se sanaban todos los días, todas las tardes. Ese parque ya es de los hombres y sus bancas, pero desde antes y por siempre será el salado de los animales de la selva. Es su lugar. Es su cielo, su campo de batalla.
Momentos destacados
Experimentamos turbulencia en el vuelo Medellín-Bogotá, esta fue nuestra primera escala para llegar al sur de Colombia.
Sobrevolando nuestro país
Llegada a Leticia, Amazonas
El Parque Santander
El chillido de los pájaros nos dejó aturdidos, aunque fascinados por el espectáculo que estábamos viviendo.