La gran fábrica de guardianes de sueños
Érase una vez una dulce y motivada maestra llamada Ruth, quien tenía a cargo unos hermosos y entusiastas estudiantes. Cada uno era un universo prodigioso, llenito de asombro chispeante, curiosidad y una gama colorida de emociones. Sus clases eran muy divertidas pues siempre se ocupaba de crear experiencias inolvidables que hacían que todos sus niños y niñas se motivarán a aprender. Una noche nuestra querida Ruth cayó en un profundo sueño que la arrastró hacia una oscuridad de textura profunda. Entonces sintió que su cuerpo flotaba en fluidas y espumosas resonancias producidas por variados animales que con sonidos dulces, ácidos y melodiosos la envolvieron en una sinfonía líquida que brillaba en sol mayor. Cuando la oscuridad desapareció, Ruth pudo observar tupidos árboles cuyas copas estaban hechas de pompas de jabón, y sus robustos troncos de papel cuaderno; de las ramas colgaban frutos sabrosos y maduros de notas musicales y flores de letras divertidas.
Algunas de las plantas más grandes tenían tallos de palabras largas, otras de agudas o esdrújulas y otras tantas eran tan aromáticas que sus flores olían a creatividad. De un árbol muy curioso, por ejemplo, se desprendía una liana con gotas gigantes de rocío; en cada gota Ruth podía observar cada uno de los sueños de sus pequeños. A lo lejos podía escuchar un río que en vez de piedras llevaba susurros que le contaban todos los secretos de sus niños. – Que sueño tan loco- pensó-. Ruth comenzó a caminar y abrirse paso entre las plantas y sonidos de la jungla que la rodeaban; cuando pisaba el húmedo suelo el barro se removía y salpicaba en su rostro pequeñas gotas coloridas.
Así fue como descubrió que el suelo era en realidad, pintura fresca y fértil, en donde se incubaban las semillas de la inspiración y se nutrían todas las plantas de las ideas florecidas. Ruth de repente tuvo la clara sensación de ser observada. Se detuvo y puso en guardia todos sus sentidos, comenzó a rotar su cabeza en todas las direcciones para tratar de descubrir donde se encontraban los ojos que la miraban con tanta intensidad. Detrás de un gran árbol descubrió un par de esferas húmedas, profundas y brillantes que parecían observarla, de repente escuchó sonidos en otra dirección, y en otra, y a donde voltease la cabeza descubría un nuevo par de ojos. Algunos parecían ojos de agua, otros titilaban con el fulgor de una estrella y otros parecían planetas, lunas, soles, botones o granos de arena. Ruth jamás había visto ojos tan variados, hermosos y extraños en toda su vida.
Muy pronto comenzó a vislumbrar los seres imposibles dueños de esos ojos tan extraños. Ruth echo a correr a medida que avanzaba salían de todos lados estas criaturas, se descolgaban de las ramas de los árboles, de detrás de los robustos y arrugados troncos, de debajo de las hojas gigantes. Corrió tanto que finalmente ante sus ojos se abrió un inmenso valle de colores en el que se sintió segura, entonces se inclinó para recuperar el aliento.
Se quedó así unos segundos y cuando irguió de nuevo la mirada vio que la rodeaban cientos de estos seres de los ojos extraños; cada ser tenía su propio sonido, unos sonaban como el agua creativa, otros como las hojas flexibles, otros como el viento cargado de inspiración y algunos como instrumentos de percusión.
Una de estas criaturas se aproximó hacia Ruth y se presentó indicando que ellos eran “Los guardianes de sueños”, especie responsable de sembrar ideas por todo el mundo, sobre todo en las mentes más creativas de los niños y las niñas. Y le aseguró que no tenía nada que temer, advirtió que la habían buscado porque ella debía cumplir una importante misión. -Hemos visto en ti un ser inspirador, lleno de sabiduría y amor aseguró el guardián. Por eso te hemos elegido de entre todos para que nos ayudes a multiplicarnos en la tierra y así transformar la educación y hacer que florezcan los sueños y las ideas más que nunca en las aulas de todo el mundo. Ruth atónita le preguntó a ese imponente y hermoso ser, como ella una humilde maestra de la escuela San Benito de Medellín podía ayudar a su multiplicación, pero justo en ese momento su alarma la despertó.
El reloj marcaba las 7:00 am. Ruth se quedó un momento pensativa, de repente sintió el miedo del olvido y como por un impulso casi involuntario sus manos la jalaron fuera de la cama hasta su costurero. Los dedos de Ruth como si tuvieran vida propia comenzaron a hilar el guardián de su sueño con una habilidad y destreza jamás experimentada. Hebra por hebra su bello guardián se llenaba de vida. Entonces tuvo una idea ¡Eureka!, imaginó una fantástica experiencia en la que retaría a sus estudiantes para que dieran vida a su propio guardián.
Al lunes siguiente Ruth llegó muy entusiasmada al aula y la transformó en una “fábrica de guardianes de sueños”; cada niño, cada niña, recibió una caja misteriosa que contenía un kit de objetos mágicos con los que debían crear su propio guardián. Así pues, los estudiantes de Ruth comenzaron a crear sus guardianes. La nueva fábrica comenzó a materializar sueños de todas las texturas, emociones de todos los colores y pensamientos de todos los sabores.
Nubes de palabras comenzaron a flotar por el aire, surgieron también olores dulces y sabrosos de las muchas ideas que se estaban cocinando en las creativas cabecitas de los niños y las niñas.
Daniel un estudiante muy motivado y creativo me recreó a mi, Plaga, relator de este cuento. Me imaginó con unos elegantes y enormes cuernos y con un bolsillo muy grande para contener todos sus secretos. Ahora, querido creador y lector, yo, Plaga te reto para que con tu gran imaginación le des la oportunidad a otro guardián de llegar a este mundo.