El sol comienza a asomarse sobre el horizonte e ilumina la copa de los árboles. El canto de otras aves como yo comienza a tomarse la mañana de Estación Cocorná. Agito mis alas, rasguño con mi pico la rama en la que me encuentro parada, rasco mi cuello verde y emprendo vuelo sin ningún otro propósito que el de planear por los aires.
Una extensa línea se dibuja allá abajo, donde caminan los que no vuelan. Es la antigua red de Ferrocarriles de Antioquia, esa que hace muchos años dejaron de usar y que se extiende hasta el horizonte. Alguna vez me contaron unas aves lugareñas que lo que viajaba por ahí era parecido al tallo de un árbol gigante, con una especie de círculos que llaman “ruedas” y que giraban a toda velocidad para transportar a los humanos.
Recordé aquella historia y sentí curiosidad por explorar más de cerca aquella vía férrea que atravesaba a Estación Cocorná. Aproveché una fuerte corriente de viento para planear y, de repente, pude ver algo que se acercaba a toda velocidad: era Jorge García, un humano del que, desde que estoy volando por estos valles, he escuchado mucho su nombre, sobre todo si de rieles se trata.
Me posé en un tronco mientras lo veía pasar. A su lado iba otro humano “turista” moviéndose muy rápido, así que decidí volar tras ellos. Mientras agitaba mis alas, otra guacamaya me alcanzó y comenzó a contarme la historia completa de Jorge, un humano que volaba pero que sobre rieles.
Según ella, Jorge se levantaba cada mañana a trabajar para poder llevar comida a su familia, algo parecido a lo que hacemos nosotras las guacamayas con nuestros polluelos. También me dijo que él ha transportado a turistas y a animales como yo entre estas vías desde que tenía 45 años.
Al parecer, cuando desaparecieron los troncos gigantes llamados por ellos como “trenes”, surgió en las vías una nueva forma de viajar, algo que tiene por nombre “motobalinera”, un medio de transporte basado en tablas de madera que tienen unas ruedas y que amarran a algo parecido a una abeja, aunque escuché que la llaman “moto”, una moto que arrastra a las tablas por las vías y logra así, transportar todo tipo de cosas.
Jorge, de piel color madera, es uno de los pioneros de la motobalinera y ha realizado tantos viajes en su vida como hay piedras en el río. «Yo empiezo todos los días a las 7:30 de la mañana desde Estación Cocorná camino a Puerto Triunfo y hago el recorrido hasta las 11:30 a.m. Luego, hago otro viajecito desde las 2:30 de la tarde hasta las 4:30 p.m. o 5:00 p.m., más o menos», escuché que le decía a la turista mientras paraban en las vías a mirar el paisaje.
Viajes que duran todo el día y todos los días entre ¨ires y venires¨. Esa es la vida de Jorge, que nació hace 59 años entre las montañas de Antioquia en un lugar llamado Segovia.
Hoy en día este es su trabajo y su sustento. Gracias a ello ha logrado conseguir grandes compañeros que también realizan su labor en las vías del ferrocarril y mantener a su familia. «Yo vivo muy agradecido con estas tablitas porque todo lo que tengo es gracias a ellas», lo escuchamos decir mientras volvía a montarse en su motobalinera y comenzaba a acelerar a toda velocidad.